Hollow City

Las calles de Hollow City son oscuras y siniestras. La delincuencia está al acecho de nuevas víctimas cada noche, y hoy no será una excepción. Una joven va camino de su casa, sola y asustada, tras abandonar la biblioteca a última hora. La noche es fría, intenta protegerse subiéndose el cuello del abrigo lo máximo posible, mientras camina por las calles tan rápido como puede. Extraños sonidos se confunden en la noche, un gato negro maúlla en un rincón, una mujer riñe a gritos a su marido borracho, un vagabundo patea su botella de vino vacía… y unos pasos resuenan en el callejón, justo detrás de la muchacha. La joven mira atrás, pero la calle está mal iluminada, y solo atisba a vislumbrar una silueta oscura y deforme. La joven se apresura, ya falta poco para llegar a casa, sólo falta atravesar dos calles más. Vuelve a mirar atrás, la inquietud transformada en miedo, pero la silueta ya no está, ni tampoco se oyen pasos. La joven respira aliviada, delante de ella la avenida principal, con sus luces, su gente y sus coches ruidosos. Está apunto de abandonar la oscuridad del callejón… cuando una mano enguantada surge de la nada, tapándole la boca, impidiéndole gritar. Otra mano tira de ella hacia atrás, sumergiéndola de nuevo en el callejón, donde nadie podrá ayudarla… Mañana, una nueva noticia de desapariciones en la prensa, cuyo eco durará apenas dos o tres días. Y es que en Hollow City esto es un suceso frecuente: la policía es corrupta, los políticos que la rigen aún más, la prensa tiene miedo, y los detectives privados no cobran lo suficiente para meter sus narices en asuntos demasiado peligrosos. Que le queda a esta ciudad? Quien puede protegerla? Son ciertos los rumores de que un pequeño grupo de ciudadanos, hartos ya de la podredrumbe que inunda esta ciudad, han decidido unirse y combatir el crimen? Pronto, muy pronto, lo sabremos. Mientras tanto, Hollow City tiene hambre de nuevas víctimas, y cada día que pasa hay más probabilidades… de que tú seas una de ellas.

The Kuestion

Vic Page es escritor, novelista. Persona culta y habituada a la investigación y documentación. Está poseído por » el demonio de la curiosidad » en sentido metafórico. Lo que no deja de provocarle problemas. Sus investigaciones le llevaron a cruzarse con las actividades de las autoridades corruptas de la ciudad. Estas intentaron » convencerle » de que se olvidara del tema. Tras recuperarse, y ante la imposibilidad de cobijarse en la policía. Tambien controlada por las autoridades corruptas. Toma la decisión de solucionar el problema con sus propios medios. Se convierte en justiciero: The Kuestion.  Es un luchador práctico, de la escuela de las calles. Boxeo, lucha libre. Nada de refinamientos y sofisticaciones orientales. Acustumbrado a tratar con todo tipo de gente. Como educado escritor que se está documentando para su próxima novela. Como justiciero que sabe sacudir hasta hacer cantar a un pájaro de los bajos fondos.

Los primeros rayos de sol se filtran a traves del cristal de mi ventana. Las gotas de sudor caen en cascada sobre el frío suelo. Mi respiración jadeante me dice que el saco de boxeo ya ha tenido bastante por hoy. Creo que le perdonaré la vida. De momento.

Sentado frente a mi humeante taza de café. Repaso la prensa del día en busca de algo interesante.

El último articulo que envié a la prensa local, a veces intento sacarme algún extra, me fué devuelto sin explicación alguna. Ni siquiera se molestaron en comunicarme que no era suficientemente bueno o que carecía de interes. Tal vez a la poicía, a las autoridades, a la prensa o al mundo no le importe. Pero a mi si me importa. Para mí, una serie de desapariciones inexplicadas, si es importante.

Mi perspicacia repara en un suceso minimizado por los medios de comunicación.

«Chica desaparecida»

Esto ya es demasiado.

Alguien debe pararlo.

Yo se quien lo hará.

Salgo de casa preparado. Mi equipo revisado y a punto. Me dirijo a mi coche y arranco.

Mis nudillos blacos sobre el sufrido volante anuncian que alguien va a pagar por esto.

John Reeves

John Reeves es un hombre canoso de 45 años, con una leve cojera y siempre envuelto en su gabardina gris. Mirada penetrante y parco en palabras. Anticuario de profesión en un barrio viejo de Hollow City. Extraños objetos se apilan en las destartaladas estanterias de su tienda y cada uno de ellos es un recuerdo, recuerdo de venganza contra los Oscuros. Un colgante de perlas de una succubo que deambuló por el barrio corrompiendo jovencitos, la cadena del ex-marine poseido que se lió a disparos en la Plaza Libertad, la nota de suicidio de la niña que tenía el «Don» y los observaba en su verdadera forma… Una vida de venganza por lo acontecido en su juventud, ¡maldito sea el Don! Ver lo Oscuro y reconocerlo por lo que es no es más que una maldición, pero alguien debe luchar con ellos, proteger a los inocentes. John Reeves, anticuario de profesión y cazador de lo oscuro por convicción.

Las calles de Hollow City son oscuras y siniestras, mucho más oscuras desde que ellos deambulan por los estrechos callejones. La gente piensa que la delincuencia es un problema… pobres ilusos. La maldad es un germen más poderoso en Hollow City de lo que la gente piensa: vampiros, demonios, espectros y almas subyugadas por el oscuro crecen y se alimentan de pobres inocentes. La policía, ja! No me hagas reir. Los Oscuros han proliferado de forma desmesurada y sus actos comienzan a romper la mascarada que los oculta de los inocentes. Un día es un vagabundo, otro una pareja de viandantes, la anciana que regresa a casa… desapariciones y secuestros que encubren la misma maldad y el propio terror de los Oscuros. Vive Dios que lucharé contra la plaga y no dejaré pasar una noche más sin dejar impune tal castigo, pues ellos son la presa y yo el depredador…

El Padre Franklin miró atrás nerviosamente, y después se giró hacia ambos lados. No había nadie. Llamó dos veces a la puerta de la tienda, pero nadie contestó. Lógico a esas horas de la noche. Sacó su mano temblorosa del abrigo y deslizó una pequeña tarjeta por debajo de la puerta, después se alejó con pasos apresurados de vuelta hacia su iglesia. Aunque el trayecto era corto, los 15 minutos se le hicieron los más largos de su vida, tal era la sensación que envolvía las siniestras calles de Hollow City durante las horas nocturnas.

Una vez que estuvo a salvo en el interior de su iglesia, el Padre Franklin suspiró de alivio. Ya no le quedaba más que esperar a que sus dos peticiones de ayuda sirvieran para algo. Eran sus dós últimas esperanzas de salvación, y en realidad ni siquiera conocía a dichas personas, sólo unos amigos le habían informado de que eran de las pocas personas de Hollow City que aún no estaban corruptas por el sistema.

De repente, un fuerte sonido interrumpió los pensamientos del sacerdote. Alguien había abierto las puertas de la iglesia, y el Padre Franklin estaba seguro de haberlas cerrado a cal y canto. El sacerdote accionó el interruptor que conectaba las luces del interior del recinto, pero no funcionaba. Asustado y nervioso, el padre Franklin avanzó en la semioscuridad, dando gracias a que al menos podía ver algo gracias a las velas que siempre dejaba encendidas. Al llegar al santuario, vió una figura oscura que se confundía entre las sombras, arrodillada al lado de la pila bautismal. La figura pareció santiguarse, se alzó despacio y se dirigió hacia el sacerdote. Fue entonces cuando el padre Franklin, paralizado por el horror, se dió cuenta de que ya nunca sabría si su petición de auxilio serviría de algo, puesto que la próxima víctima del horror que imperaba en las noches de Hollow City… era él

El suave ronroneo del motor del viejo coche acompañaba de fondo a mi radiocasette. Por un momento había dudado en meterle mi vieja cinta de los Led zeppelin, pero que demonios, se que no podrá durar para siempre. Aunque como se la trague…

Necesitaba animarme y motivarme. Mis pesquisas no habían tenido ningún éxito. Estaba como al principio. Pero más frustrado y cabreado.

Tras mis divagaciones, percibí que estaba rondando por mi viejo barrio. Era extraño. Hacía mucho tiempo que no pasaba por aquí. Demasiados malos recuerdos de una infancia dificil. Pero aquí estaba. Algo me había atraído. Lo sentía.

El viejo colegio. El parque en el que había peleado mas que jugado con los otros niños. La iglesia. En su momento me pareció enorme, ahora…
Me había distanciado de Dios en mi rebelde juventud. Tal vez le odiara. O tal vez fuese a la estricta disciplina de la educación católica. O a todos un poco.
Pero no todo fué malo. Había buena gente. Como el padre Franklin. Tenía buen corazón.
Tal vez pudiera visitarle. Tras lo ocurrido en Newcastle, había quedado un poco tocado. No me importaba reconocerlo. Ello no me hacía menos duro. Al fin y al cabo yo también soy humano. Y la experiencia fué fuerte. Aún no estaba seguro de lo ocurrido. No estoy seguro ni de querer aceptarlo. Menudo lío mental.

Algo extraño sucedía. Luces de coches patrulla en la entrada. Gente que no debería estar a esta hora frente a la iglesia.

Dejé el coche con el corazón en el puño. Una estraña sensación en el estomago y un nudo en la garganta.

Malos presagios.

Sabía que no me iba a gustar lo que me estaba esperando en la casa del Señor.

Las noches en Hollow City son largas, largas y frías. Cada vez me cuesta más robar unas horas de descanso al incipiente insomnio y paso las horas ordenando información al lado del viejo brasero de carbón vegetal. Leyendo periódicos de la ciudad, analizando datos, siguiendo rastros de posibles movimientos de Oscuros y por supuesto, escuchando la radio de la policía de fondo. No es demasiado interesante pero hasta esos chapuceros ven alguna cosa interesante cuando los billetes no les nublan la vista. Corruptos en su mayoría y supervivientes de Hollow City… ratas con uniforme.

«Saludos Mike, posible disturbio en domicilio particular en Sawmill Street 42»
«10-4 central, ¿Sabemos de qué se trata?»
«Parece un 10-31, un obrero ha pillado in fraganti a su mujer con otro»
«10-4 central. Procedemos a 10-16 en Sawmill Street 42.»
«10-10 Mike, suerte.»

En ocasiones la fatiga me vence antes que el aburrimiento, y horas después me despierto recostado sobre los papeles con las gafas medio dobladas…

«…¡Toc, Toc!…¡Toc, Toc!…»

¡Maldita sea!, odio que me despierten con golpes, ¿quien puede ser a estas horas? Mejor que coja mi bastón por si acaso y vea quien diablos se atreve a caminar en la oscuridad de Hollow City. Vaya, parece que no hay nadie en la puerta. Me enfundo la gabardina para salir al porche, nada, todo vacío. ¡Malditos borrachos! Hace frío y la bruma cala en mis viejos huesos con facilidad. Bueno, necesito un descanso, así que saco un chicle y me dispongo a dar un paseo. Con suerte encuentre un poco de acción que calme mis ánimos y descargue la adrenalina que necesito para dormir.

Cierro el portón tras de mí, respirando el aire frío profundamente, sin advertir una pequeña nota escrita a mano que reposa en el suelo de mi tienda. Mientras doy los primeros pasos deambulando en medio de la nada, tampoco acierto a escuchar el mensaje que resuena en todas las frecuencias de la policía:

«…a todas las unidades, 10-33 en la iglesia de Saint Patrick, repito, emergencia en Saint Patrick… «

Las noches son frías y oscuras en Hollow City…

Me abrí paso entre los mirones sin demasiados miramientos. Mi cuerpo encontró el espacio, pero mi mente se perdió en el tiempo durante un instante que pareció eterno. En el corto trayecto que resultaba de cruzar el patio de la iglesia, viajé y regresé de un sepultado pasado.

! Vic ¡ ! Benny ¡

El padre Franklin se acercó a nosotros. Una sensación punzante y de quemazón en mi oreja me indicó que no estaba dispuesto a ser ignorado. Me elevaron sobre mi tendido enemigo. Se sujetaba la sangrante nariz como si se le fuese a caer al suelo. Llorica de mierda. Sabía que ahora tendría que pagar el precio. Pero valía la pena. Había puesto a ese abusón de Benny en su sitio. La cara de respeto de los otros, huerfanos como yo, me decía que el reinado del matón había concluido. Con agallas, un niño menor, podía superar a otro más grande. A veces solo hace falta enfrentarse a los miedos para…

Un codazo me retornó al presente. Devolví el codazo y me hice sitio. Por un momento alguien intentó protestar, pero se lo pensó mejor. Yo siempre devuelvo un golpe más fuerte de lo que lo recibo.

Busqué una cara conocida que me ayudara a superar el cordón policial. La encontré. Mike el arrugas. Un agente como cualquiera. Corrupto. Pero no de los peores. Tal vez hasta bueno para lo que hay en la ciudad. Llamé su atención y me reconoció. Intenté no pensar el las horas de duro trabajo que me costará el “agradecimiento “. Pero así funcionan las cosas en Hollow City.

El pórtico de la iglesia estaba oscuro como boca de lobo…

La fina cortina de lluvia cae incesante salpicando mi vieja gabardina gris mientras inconscientemente empiezo a deambular por los callejones cercanos. Algún vagabundo se oculta envuelto en sucios cartones, me evitan al verme y se esconden agazapados protegiendo sus bolsas de latas como preciados tesoros. Huelo su miedo. El miedo desborda su corazón pues son las presas más fáciles de los Oscuros. No temen a los macarras, pandilleros y prostitutas que ocupan las avenidas, esos son parte de la fauna local, pero notan que algo más maligno les acecha en los callejones.

En este callejón desapareció Julie Sanders la noche pasada o al menos eso dicen los periódicos… Muchacha joven de buena familia, atractiva según la foto desenfocada. Encontraron su bolso en este callejón. Observo las paredes pintarrajeadas, signos pintados en la pared: un colmillo ensangrentado. Delatan el símbolo de la Banda del Lobo, amos de la droga de estea zona. Malditas bandas callejeras. Escupo el chicle y me dispongo a poner otro en mi boca cuando percibo un gato negro que me observa fijamente. Lo miro y retrocede, de un salto se oculta en las sombras y desaparece. Malos presagios. Nada bueno le ha pasado a Julie, pero quizás haya tenido suerte… quizás tuvo suerte y murió rápidamente.

Sin apenas darme cuenta, me veo en Sawmill Street. Limpio los cristales de mis gafas redondas de las gotas lluvia y observo la zona. El aviso de la policía era en el número 42.  Ellos van en coche, yo he paseado. No hay nadie, no me extraña. Malditos polis corruptos. Me acerco un poco esquivando a una fulana algo mayor para hacer la calle.

«Ven con Luna, precioso,  15$ y te arreglo bien»

Apenas si la miro al pasar por su lado, pero su macarra estará cerca y puede pensar que soy presa fácil. No, aquí me conocen. Saben que soy un tipo raro algo loco, y hasta los delincuentes me evitan. Algunos me traen cosas a la tienda pero suelo despacharlos rápidamente salvo que traigan algo de los Oscuros. Llego al portal 42. Se escuchan gritos de mujer. La puerta está entreabierta, me acerco para escuchar mejor.

«No Bobby, te juro que es la primera vez. Apenas lo conozco y simplemente me invitó a una copa en el Pub Daryls»
«¡No me mientas Jeany! Seré un miserable obrero de la construcción pero no soy estúpido.»
«Bobby… Bobby… yo te quiero… Marcelo no es nada para mi…»
«Pues para no ser nadie, bien que te ha sobado. Coge tu maldita ropa y sal de mi pocilga»
«Pero bobby, dónde voy a ir…»
«¡Que salgas ya!»

Parece una simple discusión, pero noto una sensación inquietante. Un oscuro ha estado aquí. Quizás ese tal Marcelo sea más de lo que aparenta…  ¿un incubo en el barrio? Tendré que seguirle la pista. Aquí ya no hago nada. Escupo mi chicle y busco otro, mierda, no me quedan más. Retrocedo por las caller, que poco a poco van cambiando de ambiente. El dia empieza a transformar la oscuridad en un tono gris. Llego al portón de mi tienda. Abro los dos cerrojos, dejo mi bastón a un lado y sacudo la gabardina antes de colgarla… veo una nota. Tiene la marca de mis botas, de modo que no la vi al salir… espero que no fuera importante. Leo rápidamente la nota escrita en buena caligrafía.

Maldita suerte la mia… espero no llegar tarde… Saint Patrick… malos presagios.

Eduard Kraine

Mi nombre es Eduard Kraine, nací en Hollow City, en una familia bien posicionada. En mi juventud me convertí en un chico problemático, que acabó desobedeciendo a sus padres y pasando más tiempo en la calle que en casa. Mi padres fallecieron y me  quedé solo, gastando el patrimonio que me dejaron. En unos de mis muchos viajes, acabé en China. Allí me dieron la mala noticia de que estaba en la ruina, una mala gestión de mi asesor y una caída repentina de la bolsa dieron al traste con mi economía. Así que me quedé en China, convirtiéndome en un ladronzuelo para sobrevivir. Hasta que una noche vi como dos hombres encapuchados intentaban robar un grueso maletín negro a un hombre trajeado. Uno se hizo con el maletín mientras el otro seguía peleando, me lancé rápido sobre el para quitárselo y escapar con el, pero el encapuchado me lanzó un dardo y caí al suelo preso de una gran debilidad. Antes de que se cerraran mis ojos, pude ver como se acercaba su propietario y me dijo » tranquilo muchacho, yo te ayudaré», después me envolvió la oscuridad. Cuando desperté estaba en una gran habitación, me enteré que había pasado dos semanas debatiéndome entre la vida y la muerte por el veneno de aquel dardo. Conocí a mi benefactor Koshiro Katshume y me agradeció mucho el que le ayudara a recuperar el maletín, que contenía una figura de su familia, e insistió en que pasara un tiempo en su casa. Nunca me lo dijo, pero pienso que el sabía la verdad. Todas las mañanas vi que practicaba un estilo desconocido de lucha y advirtiendo mi presencia (no se como lo hizo, pues estaba bien oculto y fuera de su campo de visión) me invitó a unirme a su entrenamiento. Me dijo que tenía un gran potencial y que me enseñaría a canalizarlo. Así fue como empecé una nueva vida, aprendí su técnica, dominó mi espíritu rebelde y me enseño a ser una persona respetable. Me convertí en el hijo que no tenía, pues salvo sus empleados del servicio, no tenía a nadie más. Al final descubrí a que se dedicaba, pues por su forma de luchar y las cicatrices de su cuerpo, no parecía un empresario, que es lo que me dijo en un principio. Una vez le seguí en unos de sus trabajos y si no llega a ser por mi, no lo hubiera conseguido. A partir de ese día yo le acompañaba siempre, hasta que al final los trabajos los hacía yo solo.

Una noche cuando regresaba a casa después de un trabajo, un coche se cruzó con mi moto a toda velocidad, caí al suelo y cuando me incorporé, una gran explosión en la casa me hizo estremecer. Avancé a toda prisa, viendo salir a algún empleado les pregunté por el maestro y ladeaban la cabeza. Miré la casa convertida en una gran bola de fuego y mientras los demás huían a refugiarse, yo me adentré. Encontré a Koshiro dentro de su despacho, estaba inconsciente y le faltaba parte de la pierna y brazo derechos, al incorporarlo se despertó y se alegró de verme. Se fijó en mi ropa y esbozó una amplia sonrisa, «has entrado sin quemarte, ya has conseguido dominar la técnica al máximo. Estoy muy orgulloso de ti, ahora ha llegado el momento de reunirme con mis antepasados y tu de que vuelvas a tu hogar, convertido en una buena persona, usa tus habilidades para ayudar a los demás y así compensar tus malas acciones. Yo también me redimí alejándote del mal camino y haciéndote una buena persona. Adiós Eduard…» Investigando, descubrí al sirviente traidor que dejó pasar a los que colocaron la bomba y le di a probar de su misma medicina. Después fui a por el que colocó los explosivos y más tarde al por el que dio la orden. Mate a los guardias del exterior y me infiltré en el interior de la casa, allí en su despacho estaba con sus dos hijos, hablando sobre su total autoridad en la ciudad ahora que ya no estaba mi maestro. Cuando se dieron cuenta de mi presencia era demasiado tarde, me abalancé sobre ellos y los dos hijos permanecieron en pie unos segundos antes de que sus cuerpos sin cabeza cayeran al suelo. Mientras mi katana presionaba el cuello del padre, Kenzo Kasamoto jefe del clan de los dragones rojos, con los ojos desorbitados exclamó. “Es imposible, no había nadie más en la habitación y no has abierto la puerta, como has entrado… ¿acaso eres un fantasma?” No, soy un ESPECTRO y he venido a por tu alma, le respondí. Con un rápido movimiento le corté la cabeza y recogiéndola del suelo, me dirigí a la estantería que había detrás de él y la cambié por una estatua de un dragón dorado que no les pertenecía. Ya estas vengado Maestro.

Días después regresé a Hollow City con el dinero que me dejó mi maestro y siendo máximo accionista de una gran empresa de tecnología avanzada, empecé una nueva vida y la dedicaré a erradicar el mal de las calles. Yo soy el empresario Eduard Kraine y por las noches soy ESPECTRO.

En la Iglesia de Saint Patrick

Una fina lluvía empezó a caer sobre la ciudad de Hollow City. Mientras conducía su viejo coche a toda prisa hacia la Iglesia de Saint Patrick, el anticuario John Reeves lanzó una maldición. Era lo que le faltaba. Desde que había leído la nota de un tal Padre Franklin citándole en su iglesia, un sentimiento de culpa le había embargado.

«El Mal recorre las calles de esta ciudad. El Señor necesita tu ayuda. Padre Franklin, Iglesia de Saint Patrick. Esta noche»

Esperaba no llegar demasiado tarde. Últimamente habían demasiados malos presagios, y en sus últimas rondas nocturnas no había encontrado demasiadas pistas acerca de los últimos sucesos macabros que estaban ocurriendo en las calles. Estaba harto de tanta frustración, necesitaba alguna señal que le indicase el camino correcto a seguir, tal vez el sacerdote pudiese sacarle de la oscuridad. Si es que aún estaba vivo. Reeves vio a través del parabrisas mojado que el semáforo al que se acercaba pasaba de naranja a rojo. Sin pensarlo dos veces, pisó el acelerador a fondo, haciendo rugir el motor como si fuese una bestia furiosa. El coche atravesó la intersección, y entonces un destello cegó brevemente al anticuario. Eran las luces de un deportivo rojo, conducido seguramente por un joven estudiante de familia adinerada, que estaría hasta las cejas de drogas y alcohol. Haciendo gala de unos rápidos reflejos, Reeves dio un volantazo hacia la derecha y esquivó por los pelos al deportivo. «Ha faltado poco«, murmuró para sí el anticuario, aunque esto no le hizo conducir más despacio. Un par de calles más y sabría si todo habría valido la pena. Comenzó a llover más fuerte, y el frío y el viento se agudizaron. La noche no sería fácil. Al fondo de la avenida un edificio alto y oscuro destacaba entre las demas casas de su alrededor, iluminado por un gran reloj amarillento. Parecía un cíclope vigilante encargado de velar a todos los que habitaban aquel barrio. Y en cierto modo así era, porque lo que estaba viendo era la torre de la Iglesia de Saint Patrick. Reeves volvió a pisar el acelerador…

***

Vic Page se adentró en el interior de la Iglesia. Habían cortado la luz, así que sacó de su gabardina la pequeña linterna de bolsillo que siempre llevaba consigo. Pronto vio las figuras de los santos, las paredes decoradas por cuadros de contenido religioso, arte sacro elaborado por artistas que hacía tiempo que abandonaron este mundo. Unas luces en movimiento le indicaron que allí habían dos personas, seguramente dos policías borrachos que lo único que harían sería estropear la escena del crimen… pues tenía la extraña intuición de que algo muy malo había ocurrido esta noche allí. En su mente comenzó a preparar alguna de las típicas excusas que solía emplear cuando le pillaban en algún sitio donde no debería estar. Sin embargo, se sorprendió al ver que los dos agentes se dirigían tambaleantes hacia la salida, pasando por su lado sin apenas percatarse de su presencia. «¿Has visto eso, Billy?. ¿Lo has visto? Por el amor de Dios, es …«, decía uno de ellos, con una mezcla de asco y espanto en su voz. El otro agente no dijo nada, ya tenía suficiente con intentar no vomitar en el interior de la iglesia.

Ahora que estaba solo, el escritor tendría unos minutos para investigar que había pasado, antes de que algún detective gordo acompañado de varios inútiles comenzaran a pisotearlo todo, derramando café por todos los rincones y pringándolo todo de azúcar de donuts. Entonces Page sintió una vibración familiar cerca del pecho. Era su móvil. Lo sacó y vió que era el número de su editor. Algo le dijo que tenía que contestar.

– «Page al habla.»
– «Oye Vic, tío, ¿como estás? Hace tiempo que no nos vemos,a ver si…»
– «Perdona Steve, pero ahora estoy «ocupado». Si no es algo importante…»
– «Ok, lo capto Vic, ¿estás con alguna muñeca, eh?. Bueno, te llamaba porque un tal Padre Franklin ha estado por aquí preguntando por ti, parece que no te localizaba por ningún sitio. Me dijo que podrías encontrarlo en…»
– «En la Iglesia de Saint Patrick…»
– murmuró el escritor, acabando la frase al tiempo que sentía un escalofrío de inquietud.- «Gracias Steve, nos vemos pronto.»

Mierda, demasiado tarde. Vic Page continuó avanzando muy despacio por el interior de la iglesia, hasta que llegó cerca del altar. Lo primero que vio fue la sangre en el suelo. La luz de su linterna iluminaba unas manchas oscuras de color rojo, primero unas gotas, luego un pequeño reguero. El rastro de la sangre llegaba hasta un gran charco al pie del altar, donde había un bulto cubierto por una sábana que una vez había sido blanca, pero que ahora estaba empapada de sangre. Preparándose para cualquier cosa que hubiese bajo aquella sábana, Vic Page se dispuso a tirar de un extremo con su mano enguantada… y entonces tuvo la sensación de que no estaba solo. En el interior de la iglesia había alguien con él, observándolo.

***

Hacía calor en el interior del Pierre Garnoire, el restaurante más caro y famoso de Hollow City, en el lujoso barrio de Atherthon. El aire acondicionado se había roto, así que mientras el dueño se apresuraba a enmendar esa pequeña tragedia los camareros se afanaban en abrir la gran puerta que conducía a la terraza, desde donde podía verse el Grand Park y la Wolsley Road (la calle más lujosa de la ciudad). En la mejor mesa del restaurante se encontraba cenando un grupo de varias personas, las más influyentes de la ciudad. El Alcalde Mallory, un hombre de baja estatura adentrado en años (y en kilos), devoraba insaciablemente un Cabrito lacado con miel adobado con salsa Baracougné, mientras hablaba con el hombre que estaba a su derecha.

– «¿Así que definitivamente te quedas aquí, Ed?. Ya verás como esto te gustará. Yo te presentaré a los más influyentes, ya sabes, los que manejan aqui el cotarro. En Hollow City un hombre inteligente, que sabe lo que quiere, puede prosperar fácil y rápidamente.»
¿Como tú, Mallory?» – dijo una mujer de cara estropeada por múltiples operaciones de cirujía estética. Era una mujer madura, vestida con un traje de Battigli y adornada con demasiadas joyas caras.

Todos los demás rieron. De eso se trataba, de gente limpia e inmaculada por fuera, pero sucia y corrupta por dentro, que intentaban mantener las apariencias, pero que en realidad sólo se amaban a sí mismas, al dinero y al poder. El hombre llamado Ed, un joven elegante de porte atlético, observaba al resto de comensales. Debía hacer un gran esfuerzo por no vomitarles su asquerosa comida rica en sus apestosas narices. Él prefería la comida oriental, era más sabrosa y nutritiva. Además, la compañía era peor aún, en las cárceles de China uno podía encontrarse con gente más decente que ésta. Ed imaginó lo que podía hacer con el cuchillo de la carne con sus gargantes, y camufló una sonrisa de complacencia llevándose su copa de Chateau Lafite del 85 a los labios.

– «Te lo agradezco mucho Mallory, la verdad es que Hollow City tiene mucho potencial para que pueda desarrollar mis actividades libremente» – al menos en esto Ed no mentía. Ocultar la verdad no era mentir, o al menos es lo que le enseñó su maestro.
¿Ya se sabe algo de lo que está pasando en las calles, Alcalde?» – dijo Lamberty, director del Grand Bank de Hollow City-  «Los inversores están preocupados, y ya sabe, dentro de poco serán las elecciones…»

Mallory contestó con un gruñido, mientras por sus labios caía parte de la salsa, manchandose su camisa de 300 pavos. Parecía un cerdo trajeado comiendo pienso,
sólo que no estaba en una granja sino en un restaurante lujoso, rodeado de personas.  Ed se sintió enfermo, disimuladamente miró su reloj y vió que el sufrimiento aún continuaría unas pocas horas más. Como le enseñó su maestro, formó en su mente un punto blanco dentro de la oscuridad, ensanchándolo poco a poco, hasta que todo era blanco y la oscuridad sólo un punto negro. Control, paciencia, relax.  De repente la secretaria de Mallory (o mejor dicho su fulana, una conocida trepa de las altas esferas) se acercó con el móvil en la mano. «Es importante«, le susurró al oído al Alcalde. Éste se disculpó y se alejó unos metros de la mesa. Ed cogió un cuchillo, buscando un ángulo donde poder ver los labios de Mallory reflejados. Asesinato, sangre, policía, Saint Patrick, Padre Franklin. Algo gordo había pasado esta noche. Algo que él no podía investigar, pero otro sí.  Mentalmente, concentró su energía Chi en una única pulsación, en un solo objeto, en un solo punto, y la liberó. Se oyó un pitido electrónico que venía de la chaqueta de Ed.

– «Perdón» – dijo Ed, al tiempo que sacaba su móvil – «Parece que un familiar está algo indispuesto, tendrán que disculparme por esta noche, señoras y caballeros.«

Después de falsas promesas de reencuentro y asépticas frases de fría cordialidad para despedirse, Ed abandonó el Pierre Gardnoire a toda prisa con su Buggatti Bayron de color rojo. A toda prisa se dirigió hacia Saint Patrick, a la iglesia. No necesitó conectar su Navegador de última generación. Estaba en casa, en Hollow City. Directo, al misterio, se adentró en la noche, al tiempo que pulsaba un boton oculto. Un compartimento secreto se abrió, mostrando un maletin con cerradura electrónica que sólo él podría abrir. Ed sonrió. Miró el reloj. La medianoche. La hora de los fantasmas, de las brujas y de los muertos. El momento en que el millonario industrial Eduard Kraine desaparecía. Había llegado la hora de…Espectro .

Por fin, la Iglesia de San Patrick se alzaba ante mis ojos y como era previsible, el pórtico principal estaba atestado de coches patrulla, mientras los afanosos agentes rodeaban todo con cinta policial y alejaban a los escasos transeúntes que empezaban a poblar la calle Chesterton. No iba a ser sencillo entrar y cada vez sería más complicado. Me dispongo a dejar mi viejo Lincoln del 71 a un lado, justo detrás de un deportivo rojo mal aparcado junto a una boca de incendios, sin preocuparme demasiado de obstruir una salida de un callejón. Maldita sea, espero que estén demasiado ocupados para multarme…

Pongo un nuevo chicle en la boca y recogiendo diligentemente mi bastón, me abrocho la gabardina hasta arriba para resguardarme del viento y la lluvia. Con una paso rápido, tanto como me permite mi vieja lesión de rodilla, cruzo la calle guiando mis pasos hacia la puerta lateral de servicio. En esta zona no se ve a nadie, aunque a lo lejos se empiezan a oir las sirenas de las ambulancias. No tardarán en llegar, necesito darme prisa. Por suerte, la puerta no está bloqueada y la cerradura es vieja por lo que no necesito más que unos minutos para forzarla con mis viejas ganzúas. Con un clic se abre y evitando hacer ruido entro rápidamente al interior del templo santo.

Nunca fui muy religioso, prefiero la acción a la oración, pero así como existen los Oscuros también doy crédito a la existencia de seres benignos. Solo se que San Patrick es el santo patrón de los irlandeses, y existe una pequeña comunidad de ellos en Hollow City que mantienen sus costumbres. Guío mis pasos hacia el altar mayor por un corredor lateral, cientos de velas encendidas iluminan tenuemente mis pasos. Apesta a Oscuros. La puerta que sube a la torre está entreabierta y se filtra una molesta corriente de viento que hace ulular el viento. Sigo avanzando hacia el bulto oculto por sábanas que se encuentra en el altar pero me detengo en una capilla cercana al escuchar pasos en la entrada. Es un hombre joven que ilumina su avance con una pequeña linterna. No se quien es pero seguro que no es un Oscuro, a pesar del hedor a maldad que llena el recinto, no detecto nada más que determinación en sus andares. Permanezco escondido a la espera de mi oportunidad, necesito más información y sobretodo, encontrar al Padre Franklin… quiera el altísimo que siga con vida… necesito respuestas…

La boca de lobo se me había tragado. Me había adentrado en las fauces de la bestia. No había vuelta atrás. Era paradójico, como un lugar de oración, devoción, bondad, podía llegar a ser tan aterrador. Notaba la severa mirada de los santos. Petrificados en sus sombras. La biblia estaba repleta de pasajes violentos. Sangrientos. La sangre es la vida. Y la muerte. Sangre.

Evangeline era bella, dulce y cariñosa. Cálida como un abrazo en una fría noche de invierno. Fresca como la brisa en el rostro un día caluroso de verano. Era mi vida. Era, ahora lo se, todo. La barca se mecía perezosa sobre la tranquila superficie del estanque. Ella me miraba coger la guitarra para cantarle una canción de amor. Pero la música era otra de mis frustrados sueños de juventud. Un rockero que nunca llegó a ser. Ella se reía. Yo, también. Cambié de instrumento de madera y la barca avanzó despacio. Ella dejó caer su brazo y acarició la superficie del agua suavemente. Nos miramos. Era un sueño hecho realidad. Se arregló los cabellos con los dedos. Pero algo no estaba bien. Se había manchado. Era extraño. El agua era oscura. Bermeja. Llevé mi vista sobre la borda para descubrir que todo el estanque estaba teñido de escarlata. No podía ser. Evangeline estaba ahora mirandome. Sus cabellos pegados al rostro teñido de rojo. Su cuerpo tendido en el suelo, había formado su pequeño estanque carmesí. Todo se volvió oscuro. El sueño era ahora pesadilla.

Mis manos estaban llenas de sangre. Sangre en mi rostro, a mis pies. Pero no sentía dolor. Solo un golpe sordo al desplomarme. Aún no me había dado cuenta, pero ese día murió Vic Page. Evangeline me miraba sin ver.  Me sentí desfallecer. Me lo habían arrebatado todo. Vic Page terminaba allí ese día. Pero no era mi final.

Regresé de tan dolorosos recuerdos, arrodillado, devoto, frente al altar. Un sacrificio inocente, a los pies de un Dios indiferente al sufrimiento, me llamaba. Padre te había abandonado, como a mí. Pero yo no te dejaré. Seré tu ángel de la justicia. No puedo devolverte la vida. Pero te vengaré. Cogí la sabana manchada de sangre. Dispuesto a descubrir su aterrador misterio. No estaba solo. Sereno, sin miedo, me encaré a lo desconocido.

Ese insensato de Vic Page iba directo al cuerpo, dispuesto a levantar la sábana que ocultaba la tragedia con sus manos desnudas. Maldita sea, podría haber un oscuro debajo de las sábanas, no seria la primera vez que un cadáver comenzara a moverse y desatara la plaga… zombies… son lo peor. Por mucho que me pese no debo dejar a nadie desprotegido así que dejo escapar un murmullo lastimoso. Vic me ha visto, para y examina sereno su entorno. no tarda en discernir mi figura semioculta tras una estatua que adorna la pila bautismal. Me mira inquisitivo esperando una reacción, frío y decidido. No es un oscuro así que tiene sus motivos para estar aquí. Nadie en su sano juicio deambula por Hollow City a estas horas sin una razón de peso. Si el Padre Franklin me citó a mi, es posible que también a Vic Page. Doy un paso al frente mostrando mi figura, mientras avanzo masticando chicle, le digo:

«Yo de usted no acercaría mis manos tan despreocupadamente a un cadáver hasta comprobar que realmente no se mueve, jovencito.»

Me acerco ante su postura tensa. Es como un deprepador, silencioso, observador y preparado para dar el golpe. Tiene las piernas ligeramente flexionadas y sus nudillos se han cerrado preparando un golpe definitivo. Decido romper el hielo y me presento.

«Mi nombre es Reeves, señor Page, y creo que como usted mi presencia aquí no es casual. Recibí una nota y, maldita sea, no pude llegar antes del desastre. No es un Oscuro, así que estamos en el mismo barco. Relájese y veamos la tarea que el Padre Franklin nos ha encomendado…»

Acerco el extremo de mi bastón a la sábana y delicadamente la aparto del cuerpo desvelando la atrocidad que ha contamindo la santidad del altar mayor… ¡maldita sea! Es tremendo… mucho más de lo que pensaba… se avecinan tiempos dificiles y necesitaré aliados valiosos…

La reunión

En el interior de la iglesia reinaba un silencio sepulcral. Dos hombres se miraban uno al otro sin pestañear, como dos lobos de una manada disputándose el liderazgo. Uno de ellos, John Reeves, anticuario de día y cazador de criaturas sobrenaturales de noche. El otro, Vic Page, un escritor que escondía al público su identidad de justiciero, The Kuesttion. La desconfianza reinaba entre ellos, ¿serían aliados o enemigos?. Tras las palabras pronunciadas por Reeves, el escritor decidió relajarse. De momento le seguiría la corriente, a ver quien era de verdad ese tipo del abrigo gris, que mitigaba su cojera mediante el uso de un bastón. Page se presentó, parco en palabras, sin entrar en su relación personal con el Padre Franklin, limitándose a una de sus excusas baratas de porque estaba allí en esos momentos. Al fin y al cabo aquel tipo podía ser uno de tantos desequilibrados que fantaseaban con el diablo y sus sectarios, que en las noches de luna llena correteaban semidesnudos sacrificando animales en extraños rituales satánicos.

Al final se pusieron de acuerdo, mientras Page enfocaba con su linterna la sábana ensangrentada encima del altar, Reeves la alzaría con cuidado con su bastón. Ambos respiraron hondo, con la tensión por lo alto, con el corazón latiendo como un caballo desbocado, preparados para cualquier cosa horrible.

– Allá vamos, a la de tres. Uno…

Parecía que hacía más frío en el santuario, ¿o era el miedo en sus corazones?. Si era miedo, era a causa de la muerte de un ser querido para uno, a la aparición de un Oscuro para el otro.

– … dos…

Sintieron un cosquilleo en la nuca, ¿acaso había alguien más allí, observándolos, riéndose de sus temores e inquietudes, burlándose de ellos? Pero ya era tarde para todo, excepto para saber de una vez por todas la terrible verdad.

– … tres.

Con un fuerte tirón del bastón, el anticuario alzó la sábana, y ambos contemplaron… la figura de un Cristo de madera ensangrentado. Unas gotas de sangre habían salpicado los ojos de la efigie, confiriéndole la sensación de que estaba vertiendo lágrimas rojizas. Si hasta Dios lloraba sangre, Hollow City no tendría salvación.

Entonces resonó una extraña voz que provenía de la oscuridad, que sonaba alterada por algo indefinido, casi como electrónica:

– Señores, creo que lo que buscan está allí, detrás de ustedes, hacia arriba.

El escritor y el anticuario vieron como una figura se acercaba a ellos, surgiendo de las tinieblas como un fantasma, como un espectro del infierno. Era un hombre alto, embutido en un extraño traje negro adornado con una capa. Antes no estaba allí, de ello estaban seguros. ¿Cómo había entrado sin que pudieran advertir su presencia? Instintivamente Page se llevó la mano al interior del abrigo, donde guardaba su pequeño Colt de 6 balas. Por su parte, Reeves retorció el mango de su bastón, al tiempo que en su mente intentaba visualizar el brillo rojizo que desprendían los Oscuros. Parecía imposible, pero no era una criatura de las tinieblas.

– No se alarmen, no soy su enemigo. Creo que los tres estamos aquí por alguna razón, aunque lamentablemente hemos llegado tarde. Miren…

Page y Reeves se dieron la vuelta, levantaron la vista y por fin vieron al Padre Franklin… colgado desnudo y ensangrentado de la gran cruz de madera que presidía la iglesia de Saint Patrick. Se habían ensañado con él. Demasiados detalles escabrosos, el equipo forense tardaría mucho en analizarlo todo y hacer el informe. Lo más evidente es que había sido necesario más de un hombre (o uno solo muy fuerte) para hacer todo aquello. Los desgarros, los cortes, la sangre… Ya no era el padre Franklin que habían conocido, era un amasijo de carne que colgaba como un animal en un gancho del matadero. Y los símbolos, aquellos jeroglíficos extraños y sin sentido que aparecían por las paredes, escritos con la propia sangre del sacerdote, por todas partes y sobre el propio cadáver… Si Dios existía, aquello no había sido obra de una de sus criaturas. Era obra del mismo Diablo.

Ruidos en el exterior de la iglesia indicaban que la pasma estaba a punto de hacer su numerito particular de entrada, con la típica puesta en acción peliculera que sólo servía para alertar a los delincuentes de su presencia. Los tres hombres se miraron, tenían que salir de allí, y lo mejor era subir las escaleras que conducían a los aposentos privados del difunto sacerdote. Descanse en paz, Padre Franklin, Dios le proporcionará la paz. Nosotros le proporcionaremos… justicia. Amén.

«Bueno señores creo que no deberíamos permanecer aquí cuando la policía entre, propongo que subamos las escaleras hacia los aposentos del difunto padre Franklin y veamos si encontramos algo que nos diga lo que estaba haciendo últimamente. Tendremos un poco de tiempo mientras los polis inspeccionan por aqui abajo.»

Con un leve movimiento, activo mi cámara de alta resolución incorporada en la máscara, para grabar la imagen del padre Franklin y analizarla después mas detenidamente.

En mi interior, en el corazón, sentía actuar la mano de la providencia. La parte de bondad de este mundo había reaccionado al infame ultraje de los siervos del mal. Reuniendo su fuerza para hacerle frente. La rueda del destino había girado. Las piezas dispuestas sobre el tablero, comenzaban a mover. El juego de la vida y de la muerte, y algo mas, había comenzado.

Adalides de causas perdidas. Cada uno diferente, pero unidos por un mismo fin.

La hora de la reflexión había pasado. La de la acción había llegado.

Eso es lo que se me daba mejor. La acción.

Quien quiera que hizo esto se tomó su tiempo para dejar una cruenta escena: crucificado en su propia iglesia… Hasta un estómago acostumbrado a la depravación de la Oscuridad como el mío se remueve ante el horror. Maldita sea. ¿Estaremos en un callejón sin salida? Necesitaría tiempo para examinar los jeroglíficos, pero la policia está a punto de llegar. Demasiada sangre y poca luz. Tomo nota mental rápidamente de los detalles más relevantes y asiento observando al desconocido enmascarado.

«Tiene usted razón, seamos diligentes y veamos qué podemos averiguar arriba. No creo que los chicos de zul nos dejem mucho tiempo para examinar la habitación del sacerdote. Por cierto, mi nombre es Reeves, John Reeves.»

Tras volver a cubrir la efigie del Altísimo con la sábana ensangrentada, dirijo mis pasos a los escalones que ascienden al cubículo del religioso. Curiosa estampa la nuestra: un escritor de segunda con fría determinación en sus ojos, un misterioso enmascarado y mi miserable ser atormentado por el Don. Curiosos aliados contra lo Oscuro… Me pregunto si estaremos a la altura de tal atrocidad…

Los patosos policías estaban a punto de entrar a estropearlo todo. No tenía ninguna duda que Mike el arrugas me dejaría tirado si se complicaba el asunto. Pero no me importaba, Había cumplido con su cometido.

Como siempre, dependía de mi mismo.

Podría salir por la puerta de atrás. Conocía la iglesia y no habría ningún problema. Sin embargo, opté por subir por las escaleras. Marcharse era lo fácil. Pero no estaba dispuesto a irme con las manos vacías. Sería como aceptar una derrota. Hasta ahora no había conseguido nada. Tenía que haber algo allí, esperando a ser descubierto. Lo sentía.

Me hubiese gustado hacer unas fotos a la escena para poder analizarla con calma. Me conformé con intentar retener en mi memoria lo más importante.

Al subir las escaleras. Me ví rodeado por mis nuevos compañeros. Sentí una extraña sensación de alivio. Siempre había trabajado solo. Pero un extraño vinculo se había creado entre nosotros.

Me apresuré en subir.

La caza había comenzado. Y el depredador era ahora…

The Kuestion

Tras despedirse silenciosamente del Padre Franklin, los tres aventureros, unidos por un oscuro destino, se apresuraron a subir las escaleras que conducían a las dependencias del difunto sacerdote. La puerta estaba entreabierta. Sigilosamente, los justicieros se acercaron a la entrada, preparados para cualquier sorpresa desagradable que pudiera aguardarles en la oscura habitación. No parecía que hubiese nadie. Probaron a encender el interruptor de la pared, pero no funcionaba. Los tres hombres sacaron sus linternas, iluminando el dormitorio del sacerdote. Parecía que un huracán se hubiese desatado en su interior: el suelo se hallaba cubierto por una mezcla confusa de papeles rotos, cuadros hechos añicos, libros con las cubiertas despedazadas,… Una pequeña cama se encontraba destrozada en múltiples pedazos, un televisor estaba empotrado en la pared y un par de sillas estaban aplastadas como si un gigante furioso las hubiese pisoteado. Todo era caos y desorden, 65 años de recuerdos esparcidos por todas partes, fragmentos de una vida religiosa y monacal convertidos en material de reciclaje. No contento con profanar el cuerpo del Padre Franklin, el asesino (o asesinos) había profanado también su alma.

Pero no había tiempo. Los tres hombres decidieron buscar cualquier cosa que les sirviera de indicio para descubrir lo que estaba pasando, una tarea complicada debido al estado desastroso de la habitación. Agudizando sus sentidos y su intuición, cada uno registró un área del dormitorio.

El justiciero conocido como Espectro utilizó un escáner de su propia invención, aún un prototipo en pruebas, que le permitía rastrear visualmente los espacios en varias frecuencias distintas. El moderno aparato le permitió descubrir los restos de un ordenador portátil algo anticuado, tal vez el disco duro aún tuviese alguna información aprovechable, si podía repararse.

Por su parte, el vigilante The Kuestion, alias del escritor Vic Page, se encaminó hacia una destrozada estantería. De entre la mezcla de páginas y cubiertas arrancadas, su vista experta de investigador se posó en un libro que aún conservaba intactas varias páginas. Parecía un pequeño diario de viaje, y al fijarse con más detenimiento reconoció la letra clara y firme del entrañable sacerdote. Tal vez pudiesen hallar en su interior alguna pista útil.

El tercero de los héroes, el anticuario John Reeves, caminó cojeando hacia la ventana que daba a la oscuridad más allá de Saint Patrick. Del cristal apenas quedaban pequeños fragmentos desperdigados en el suelo. Entre ellos, había una foto donde se apreciaba a dos hombres jóvenes, ambos con camisa negra y alzacuellos. Uno de ellos era el Padre Franklin, con su inconfundible sonrisa que la edad no había podido modificar. El otro hombre era un joven rubio de ojos azules, de mirada glaciar, que tambien lucía una sonrisa aunque no de paz y sosiego. Al contemplar dicho rostro John Reeves sintió una punzada de desasoiego, algo que le inquietaba en lo más profundo de su alma. En el fondo de la foto se veía la entrada a un recinto festivo, tal vez una feria, aunque el letrero no podía leerse con claridad. ¿Sería un dato revelador, o por el contrario un callejón sin salida?

Ya habían agotado todo el tiempo disponible, era hora de salir de allí sin ser vistos, ir a un lugar privado donde poder analizar la situación con calma, intentar resolver el puzzle con la poca información de que disponían…

Estrella invitada…

Desde aquí arriba puedo ver la siniestra Hollow City, una ciudad triste, miserable, sucia. Ni siquiera la lluvia que arremete implacable desde el oscuro cielo puede limpiarla de su contaminación, de su maldad. El aviso me llegó tarde. Estoy en lo alto de un edificio, en la azotea, justo al lado de la Iglesia de Saint Patrick. Aquí arriba se respira cierta calma, nada que ver con el caos que reina en la calle, un maremágnum de gente, coches patrulla, ambulancias… No necesito ver el interior de la bolsa negra que colocan en una camilla y luego meten en una ambulancia. Sí, he llegado tarde…

Intento respirar hondo, concentrarme y despejar mi mente, pensar con claridad, pero sólo consigo inundar mis pulmones de la pestilencia de esta ciudad, llena de mal y corrupción. Creo que si sigo aquí por mucho más tiempo me contagiaré de su maldad.

No se que hacer, tal vez debería volver a mi ciudad. Sí, allí se respira aire puro, la gente puede pasear tranquilamente por la noche, hay vida, hay esperanza. Es una ciudad limpia, mi ciudad. Claro que yo ayudé a limpiarla, con la ayuda de otros. Pues soy uno de esos que la gente llama… Vigilantes. O justicieros, o incluso vengadores enmascarados. También a menudo empleaban otras palabras, muchas de ellas malsonantes, pero así es la vida. No me puedo quejar, después de tantos años de lucha aun estoy vivo, y puedo decir que mi ciudad está a salvo. Pero Hollow City no.

Miro mi reflejo en el charco de agua que se está formando por culpa de la lluvia. Es una imagen borrosa, como los recuerdos que invaden mi mente. Intento buscarme, pero no me encuentro, solo veo un traje oscuro de aspecto metálico, vacío, sin alma. Ya casi no me reconozco con esto puesto, no se parece en nada a mi antiguo traje, excepto por el símbolo en el pecho. Yo también fui un símbolo, hasta que ya no fui necesario. Por eso lo abandoné todo, el justiciero se fue y el hombre se quedó.

Creo que empiezo a divagar. Dicen que es normal a los 60 años, mi edad. Si, la verdad es que ya empiezo a sentirme cansado, de hecho no me había vuelto a poner el traje desde hacía años. Ya soy mayor para ir de azotea en azotea, persiguiendo delincuentes disfrazados o locos escapados del manicomio, recibiendo palizas, patrullando hasta altas horas de la noche sin descansar, vivir una doble vida que te consume el cuerpo y el alma poco a poco. ¿Y todo esto para que, cual es la recompensa?

No, reconozco que todo esto ya se ha terminado para mi. Sólo vine porque un tal Padre Franklin había intentado ponerse en contacto con mi alter-ego, el héroe disfrazado. Pero no pudo, claro, estaba retirado, descansando en mi mansión del último viaje a un país remoto para defender una causa solidaria. Ahora esa es mi única forma de hacer justicia. Y ahora estoy aquí, sólo, en lo alto de un lúgubre edificio, mirando abajo, hacia las calles, hacia la desesperación.

¡Alto! ¿Qué es lo que veo? Tres personas abandonan la iglesia por la parte de atrás. Uno arrastra cierta cojera, se apoya en un bastón. Otro va embutido en un abrigo, oculta su rostro bajo un sombrero gris. El tercero… ¡Dios Santo, si parece mi antiguo traje! Pero no, es sólo un efecto óptico. Parece que se despiden apresuradamente, cada uno de ellos se marcha por su lado. No parecen mala gente, pero evidentemente abandonan una escena del crimen por la puerta trasera. Como lo hacía yo siempre. Por supuesto, deben ser también vigilantes. ¿Cómo es que no había oído hablar de ellos? Tal vez es que este es su primer caso. Si son inteligentes, se mantendrán alejados de la policía y de la prensa, todos están corruptos. Todos excepto uno, el que mecionó ese poli de tres al cuarto, Mike el arrugas. ¿Cómo dijo que se llamaba?. O’Sullivan, si, Paul O’Sullivan, de homicidios. Dicen que está suspendido de empleo y sueldo por un turbio asunto, aunque Mike me confesó que en realidad había pillado al Alcalde Mallory con una prostituta menor de edad. Y claro, esa era su “recompensa” por no aceptar el soborno del alcalde.

De acuerdo, he tomado una decisión. Doy un salto hacia la oscuridad, hacia el vacío, mientras el viento hace aletear mi capa negra, y la micro-computadora de mi traje electrónico activa el sistema anti-caídas. Hace años esto lo tenía que hacer con un gancho y una cuerda. Unos dirían que este traje es una gran ventaja, aunque yo añoro el antiguo. Pero con 60 años necesito más ayuda de la que admito, tengo que soportar el frío de la noche, el viento y la lluvia de la tormenta, el sueño y el cansancio, la lentitud de mis miembros, la pérdida de los reflejos… Soy débil, soy viejo, no soy el que era.

Aterrizo de pie, sin causar ruido alguno. Activo mi sistema de camuflaje nocturno. Avanzo entre las sombras, decidido. Saco un sobre de un compartimiento estanco de mi traje, y me detengo un segundo a leer la etiqueta: Balmer Street, 13 – Paul O’Sullivan.

Antes de que me arrepienta meto el sobre en el interior del buzón. Ya está, lo he hecho. Ya que he aceptado que no soy la solución para los problemas de esta ciudad, al menos aportaré mi grano de arena. Lo siento Padre Franklin, se que le he fallado, espero que allá en el cielo me perdone. Otra cuenta más que tendré que ajustar con Dios cuando me llegue mi hora. Y eso que nunca crucé la línea, nunca fui un vengador asesino, nunca me tomé la justicia por mi mano. Simplemente yo llegaba donde otros no podían, veía donde otros apartaban la vista, desvelaba lo que otros querían mantener oculto.

Me acerco al Rolls Royce negro que me espera. Entro por la parte de atrás, a salvo por fin del frío y de la lluvia. Me marcho de esta ciudad. Pero no me voy triste porque creo que he hecho lo correcto. Esta vez les toca a otros. Gente joven, con ganas de solucionar problemas, sin dudas ni temores que invadan su corazón. Gente valiente, que llegará hasta donde sea necesario para llevar la justicia, la verdad, la esperanza, de nuevo a Hollow City. Gente capaz de enfrentarse a los peligros, incluso a sus propios demonios internos, que devolverá la paz a estas calles. Puede que otros intenten detenerlos, desanimarlos, perseguirlos, por eso les echo una mano. Porque yo fui una vez uno de ellos, un auténtico héroe del pueblo, aunque algunos me llamaran “payaso disfrazado”. Ni caso. Vosotros a lo vuestro. Limpiad la ciudad. Encontrad la verdad. Salvad a Hollow City.

Mientras dificultosamente me quito el molesto traje, que casi parece más una aparatosa tecnoarmadura, juro que ésta será la última vez que me lo pongo. Miro al viejo que se sienta en el lado del conductor, con las manos al volante, que mueve la cabeza en señal de desaprobación. Parece que tenga casi 100 años. Desde detrás de sus gafas transparentes sus cansados ojos aún me miran con la misma ternura y complacencia que siempre. Al menos aun lo tengo a él.

– ¿A dónde vamos, señor Wayne?
– Rumbo a Gotham, Alfred. Aquí ya está todo hecho. Volvemos a casa…

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11 Respuestas

  1. Rankor dice:

    Me ha gustado tanto el inicio que he decidido ir recopilandolo. En negro tenemos el dado negro de Eihir, en Naranja a al_khadhulu y en verde a Rankor. A ver si es el germen de una partida online…

  2. al_khadhulu dice:

    Yo estoy encantado. Y disfrutando de lo lindo.

  3. al_khadhulu dice:

    El color naranja me marea bastante. Que tal azul?

  4. Rankor dice:

    Ok, cambiado a azul. Los diálogos en cursiva y como citas las notas externas.

  5. Rankor dice:

    Ara si que necessitem la participació del master Eihir per continuar, quins nervis… Què posarà la nota?

  6. eihir dice:

    Esto está yendo muy bien. La verdad es que es mejor que una autentica partida on-line, se ha convertido en una especie de multi-relato a varias bandas, respetando una linea temporal de acontecimientos. Está claro que el punto de encuentro entre los tres es la iglesia. Esta tarde desvelaré el misterio oculto bajo la sábana. Una pista para dejaros aun más inquietos y expectantes… NO es el cadáver del Padre Franklin, ja ja ja!!

  7. eihir dice:

    Saludos a Vicent, estoy viendo que estaba conectado cuando he puesto «La Reunión». Espero que disfrutes, tu también puedes participar. Siempre puedes ser el Alcalde mallory, ja ja!!

  8. Rankor dice:

    Triste pero cierto, no era el cadáver del padrecito… pero que Oscuro es este Master 🙂 Si hasta tendrá un «dado oscuro»

  9. eihir dice:

    Así que subís las escaleras. Muy bien, a ver si mañana puedo continuar con el próximo encuentro. Tiraré el Dado Oscuro en la Tabla de Encuentros Caóticos: 1-99 Demonio, 100 Cacodemonio. Ja, ja 🙂

  10. eihir dice:

    En un rato en el trabajo que nadie me agobiaba he podido continuar un poco la historia. Gracias a vuestras tiradas exitosas de Buscar habeis podido conseguir algunas pistas. ¿Que sombrío misterio envuelve la muerte del Padre Franklin? Proximamente un nuevo capítulo del serial de «El Misterio de Hollow City»… 🙂

  11. eihir dice:

    Bueno, espero que os haya gustado el pequeño «Crossover». He vuelto a leer todo el relato desde el principio (menos mal que tenemos a Rankor para compilarlo todo) y mi mente bulle de ideas y giros inesperados. De momento ya hay algunas pistas. Aunque tenga poco tiempo, como hasta el dia 13 aun queda bastante, intentaré continuar hasta donde pueda. Nos vemos…