Nayara Carav de Dinara

En el año del Jazmín florido, mi señora Nayara Carav comienza el gobierno del nuevo asentamiento bautizado como Dinara en honor a su madre. Dinara Carav (Dinara la viajera, en lengua común) era una excepcional cuentacuentos ambulante que recalaba con frecuencia en un pequeño poblado de amazonas, siempre ansiosas de escuchar las historias del resto del mundo y más allá narradas a través de su melodiosa voz. En una ocasión, durante su estancia en dicho poblado, conoció a un hombre gallardo de manos ágiles y lengua audaz de nombre Kaixiflán. Por una noche los dos quedaron prendados el uno del otro y compartieron algo más que un cachito de sus corazones. Pero como siempre, a los pocos días Dinara siguió su camino, entreteniendo con sus cuentos e historias a multitud de gentes en diversos lugares, además de ver y escuchar el devenir del tiempo en su eterna búsqueda de inspiración. Meses después quedó claro que aquella noche daría su fruto y poco después, en una lejana aldea sin nombre, nació mi señora Nayara a la luz de la luna creciente. Sin apenas descanso, Dinara siguió, ahora acompañada, su camino de lugar en lugar alegrando los corazones de las gentes.

A partir de entonces, las visitas al poblado de las amazonas siempre era una alegría para la pequeña Nayara puesto que podía juguetear con su padre y sus muchos otros hijos. Aparte de eso, en sus viajes con su madre, mi señora Nayara mostraba tanto o más interés en perderse en los mercadillos locales, ver a un artesano trabajar o husmear en las escasas bibliotecas de las grandes ciudades como en la labor artística de su madre.

Mi señora Nayara fue creciendo feliz junto a su madre, con el polvo del camino pegado a sus ropajes y la viveza de las gestes grabada en su retina. Pero poco después de alcanzar la veintena, mi señora Nayara tuvo su mayor desgracia. Su madre murió intoxicada comiendo pescado en una inmunda ciudad de la costa y quedó sola en un mundo ahora demasiado grande para ella. Durante días fue caminando sin rumbo y sin ilusión, sin un futuro por el que luchar. Hasta que recibió un pergamino de manos de un djinn rosa. Era una invitación de su padre Kaixiflán para que se hiciera cargo de un pequeño valle ventoso y de sus gentes, para que cuidara de ellas utilizando todos los conocimientos adquiridos gracias a su innata curiosidad durante tantos años de viajes y para que ellos cuidaran de ella.

De esa manera, mi señora Nayara se dirigió hasta dicho valle para labrarse un nuevo futuro, en una tierra libre inmundicias y pescado. Y en ese trayecto nos conoció a mi, Sulaya al-Melik, actual cronista y confidente suya, y a la extravagante enana Irigala Odaxon, actual consejera además de amiga suya.

Esta es pues, la historia del pueblo del Valle de Dinara y su dedicada dirigente, mi señora Nayara Carav.

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