Detectives de mascotas: Parte 2 – El Príncipe del Puerto

DadoLos chicos se volvieron a reunir a mediodía en la Plaza de Carabas, al lado de las fuentes de Leche y Miel que aún funcionaban a pesar de que la plaza ya estaba rodeada de las farolas de Lauritz. La pista principal para empezar a resolver el misterio de las joyas de Carabás era el comentario que el padre de Maria había hecho cuando le entregaron a Topos para cuidarla. El granjero recordaba haber hablado con unos hombres que se dedicaron hace unos meses a comprar cabritillas noveles por la zona, a muy buen precio. Sin duda estos hombres tendrían algo que ver con la casa en la que se encontraron las tres cabritillas, y en la que fueron atacados por una calabaza gigante antropófaga.

Mientras cruzaban los campos los jóvenes héroes charlaban distendidamente. Al parecer los roces entre Yamu y Frank parecían suavizarse y hasta se confesaron el uno al otro que en sus respectivos informes no habían hablado más el uno del otro. Nori, en su todo irónico y sin acabar de fiarse de Frank, le aconsejo que tratara de adquirir uno de esos medallones que ahora parecían tan populares, dando por supuesto que él tendría ocasión de echarle mano a alguno. Pensaron en pasar por la vieja granja de la Colina Verde, la de la calabaza caníbal, pero desecharon la idea puesto que no creían que pudiera haber nuevas pistas en el lugar.

Cuando llegaron a la granja de los padres de Maria encontraron al Sr. Giordano trabajando en la valla. Se alegró mucho de ver a los chicos, puesto que trataban muy bien a su hija y Maria siempre estaba hablando de ellos. Antes de que los chicos pudieran hablar se encontraron sentados en la mesa del porche, con bebidas servidas y un buen almuerzo. El padre de Maria estaba encantado de que su hija trabajara en el palacio, y se codeara con gente tan importante como los hijos de los héroes; Lancia, que era considerada por casi todos extraoficialmente como la hermana de la Marquesa; y Yamu, que empezaba a hacer carrera como oficial, y con quien había ido a un baile en palacio. A los otros dos chicos, Frank y Nori, no los conocía, pero uno era también un oficial de la guardia y el otro parecía tener una posición privilegiada en la sociedad, si se atendía a su forma de vestir y modales. Sin embargo la cara del señor Inger cambio en cuanto Yamu le contó que estaban aquí en asunto oficial, para hacerle unas preguntas acerca de la cabritilla que le dejaron a cuidar. El Sr. Giordano se descompuso y empezó a contar que sabía que tendría problemas legales, pues al poco de quedarse a Topos descubrió que esta daba más joyas de lo usual. Y también que las joyas se tornaban vomito al cabo de un tiempo. Le dijo a Maria, en una de sus visitas, que avisara de inmediato a la Marquesa para que no tuvieran problemas. Por lo que parece Maria no llegó a comentar el asunto con la Marquesa ni con Noorgard, pero si que se lo contó a Lancia en cuanto la vio.
Todos tranquilizaron al Sr. Giordano asegurándole que ni el ni su familia, y muchos menos su hija, iban a tener ningún problema con la ley por este asunto, y el granjero se mostró muy aliviado y con muchas ganas de colaborar en lo que pudiera. Le preguntaron por los hombres con los que habló hace meses, los que trataban de comprar cabritillas noveles en la zona, y el padre de Maria les contó que eran personajes muy peculiares. Solo uno de ellos le sonaba, creía haberle visto en la ciudad en algún lugar, quizás haciendo negocios en el mercado o en el puerto. Además, ese tipo parecía ser el líder y daba órdenes a los demás: era un tipo de mediana edad, obeso y un pelo largo bastante feo que adornaba con una tiara de oro. Llevaba puestas multitud de ostentosas joyas y vestía con ropas llamativas caras nada prácticas. Los otros tres individuos que le acompañaban parecían todos extranjeros. Dos de ellos eran grandes, fuertes y con cara de tontos, encajando perfectamente en el arquetipo de matón típico. Además se sorprendían por cada cosa que escuchaban o veían acerca de las cabritillas, las joyas y demás fenómenos usuales en el Marquesado, con lo cual era evidente que no llevaban mucho tiempo en la ciudad o incluso que estaban de paso. El cuarto hombre era un viejecillo Haradrim, muy asustado, que siempre estaba flanqueado por los matones y que parecía ser el único que tenia conocimientos sobre ganado. Este era quien, siguiendo las órdenes del líder, revisaba las cabras y se las llevaba.
El Sr. Giordano no les vendió ninguna de sus cabritillas, a pesar de que le ofrecían un precio buenísimo. Quizás demasiado bueno, pensó él, y ese sumado a las pintas de mafiosos que tenían, el padre de Maria prefirió mantenerse alejado de cualquier negocio turbio. Sin embargo, muchos granjeros de la zona las vendieron, porque realmente no había nada malo en vender unas cabritillas a unos desconocidos, por muy sospechosos que parecieran.
Con toda esta información, los chicos tenían un cabo del que tirar. Tranquilizaron de nuevo al señor Giordano, diciéndole que no les pasaria nada y que habían ayudado mucho a la autoridad, y se dirigieron de nuevo a la ciudad. La idea era localizar al tipo que se les había descrito, el que aparentemente era el líder. Lancia hizo caso de su instinto callejero y decidió que debían empezar a buscarle en el puerto. Para no levantar sospechas, Yamu y Frank ocultaron sus uniformes. De esta forma, además, la gente seria más propensa a hablarle a la guapa pelirroja. Ya en los muelles, localizaron a un capataz de un grupo de estibadores que estaban cargando un barco. Lancia se presentó como Julieta, una chica dunledina que buscaba a un tipo, dando la descripción del misterioso líder de los compradores de cabras. El capataz, algo susceptible y desconfiado, preguntó porque buscaba a ese tipo, mientras observaba de arriba abajo a una llamativa y guapísima chica pelirroja, acompaña de dos jóvenes fuertes y con pinta de haberse metido en varias peleas, y un enano que tenia toda la pinta de saber mucho sobre según que negocios turbios. Lancia esquivó muy bien la pregunta, contándole que ese caballero era su tío Françoisse, que sabia que era un conocido “hombre de negocios” e la zona y que, posiblemente, aquí usara otro nombre. Al capataz le sonaba mucho todo esto, y creyendo que eran asuntos del crimen organizado, no dudo en estar a buenas con Danijel indicando a su sobrina a quien podría preguntarle sobre su paradero. El capataz le dijo que su tío, que aquí se hacia llamar Danijel, solía tratar mucho con un capitán de barco de estos lares, un tal Kasim Aliyeh (Lancia se llevo una desilusión porque esperaba oír el nombre del capitán Rihab), y que seguramente ese tipo sabría como encontrar a su tío.
Lancia obtuvo sin mucha dificultad la información deseada, y dándole las gracias al capataz, el grupo se dirigió a la zona de los muelles en donde podían encontrar a Kasim.

Encontraron al capitán enfrente de su barco, el “Hado de Guirgis”, fumando en pipa con aire confiado, sin mucho que hacer a causa de la tormenta verde. Los chicos le abordaron directamente, preguntándole por Danijel e informándole de que sabían que solía tener negocios con él. El capitán Aliyeh se alarmó de inmediato: un grupo de gente joven y fuerte, que habían venido a buscarle directamente a él, y que encima estaban enterados de sus negocios…llegó a la errónea conclusión de que debían ser esbirros del Príncipe del puerto, así que optó por quitarse responsabilidades y acusar a Danijel de lo que fuera que le fueran a acusar. A la defensiva, el capitán empezó diciendo que él no sabe en que esta ahora metido Danijel, y que ya hace tiempo que no tenia ningún trato con él. Les confesó que sabía que Danijel estaba haciendo tratos a espaldas del “gremio” del Príncipe, y por eso dejó de hacer tratos con él cuando su negocio empezó a crecer y ser demasiado llamativo, más aún después del incidente.
Los chicos se extrañaron visiblemente ante lo que les contaba Kasim, pero Lancia aprovechó la confusión del capitán y, con gran agilidad mental, le dijo que no le pasaría nada si le contaba todo lo que querían saber sobre Danijel y conseguían localizarle. Kasim se lo creyó, pero quiso que le aseguraran que en ningún caso dirían a nadie en donde obtuvieron la información. Asustado, les contó que Danijel siempre había sido un criminal de poca monta, que tenia una red de pedigüeños a los que extorsionaba y se dedicaba al estraperlo y al contrabando, muchas veces a espaldas del Príncipe. Él siempre se había ofrecido para llevar su contrabando en el barco, porque siempre se trataba de poca cantidad y estaba seguro de que el Príncipe tendría cosas más importantes de las que preocuparse, y así conseguía un buen dinero extra. Pero hace unos meses la cosa cambió. Danijel empezó a enviar cargas mayores, al principio parecían cajas de joyas, pero mas adelante incluso enviaba animales de granja. Danijel siempre iba en el barco a hacer los negocios y se jactaba de que ganaba una gran cantidad de dinero con el nuevo negocio. Kasim empezó a asustarse, pues sus negocios eran cada vez más llamativos. Pero lo que realmente le acabó por convencer para romper su relación laboral fue un extraño suceso que le debió ocurrir a Danijel: Kasim no sabe con certeza que lo causo, pero de repente, un día Danijel traslado multitud de cajas y jaulas de fuera de la ciudad a los almacenes que tenia en el propio puerto. El trasiego no paso desapercibido, más aún cuando contrató a multitud de matones extranjeros para vigilar sus almacenes. Seguro de que el Príncipe se enteraría de inmediato todos estos trasiegos, Kasim cortó de inmediato sus relaciones con Danijel hasta el punto de siquiera hablarle mas. Lo último que supo de Danijel fue que tenía tratos con Allen Brown, un promotor y conductor de caravanas comerciales terrestres.
Los chicos sospecharon que el suceso que llevó a Danijel a llenar sus almacenes, posiblemente de cabritillas, fue el despertar de la Calabaza caníbal, pues las fechas coincidían. Seguros de que en el almacén de Danijel hallarían las cabritillas y más respuestas, le preguntaron a Kasim la dirección y después se marcharon para preparar un plan.

A pesar de que Yamu y Frank propusieron pedir refuerzos para hacer una redada en los almacenes de Danijel, al final decidieron no arriesgarse, ya que levantar una patrulla y realizar los trámites llevaría un tiempo precioso, y era muy posible que Danijel dispusiera de chivatos o medios para adelantarse y podrían perder la pista. Así que, siguiendo su instinto y llevados por su temeridad, los chicos decidieron que asaltarían los almacenes ellos solos, usando el subterfugio y el sigilo. A Lancia le gustó tanto esta idea que aconsejó a los demás que se disfrazaran para ocultar sus rostros y propuso que lo hicieran inspirándose en los pecados capitales. La idea pareció entusiasmar a Yamu, siempre dispuesto a exhibirse, y a pesar de que no lo demostraba, en el fondo a Nori tampoco le disgustaba. Quien no las tenía todas consigo era Frank, pero a la vista de que a Lancia le encantaba la idea, decidió seguirle el juego, aunque solo fuera por contentarla un poco…

Lancia ya tenía un vestido adecuado, el de bailarina, pero se coloco un precioso antifaz de estilo veneciano de color rojo que resaltaban aún más sus ojos verdes y con unos pequeños cuernecitos y plumas vaporosas también rojas. Así ella decidió encarnar a la Lujuria.
Yamu se embozó con una capucha y una llamativa capa, y también se coloco un antifaz plateado, para encarnar al Orgullo.
Nori simplemente se puso las ropas mas elegantes de las que disponía y se coloco una mascara de demonio típica, con un bigotito bien aseado pintado y unos elegantes cuernos, y decidió llamarse El Diablo.
Frank, a pesar de las sugerencias de Nori para que se disfrazara de la Pereza, al final se decidió por un sobrio embozado negro estilo héroe de capa y espada, con un sencillo antifaz también negro. Lancia dijo que le quedaba bien y encarnaba muy bien a la envidia, pero Frank pensaba para si mismo que precisamente el era el único que no tenia los ojos verdes, como se le supone a la encarnación de este pecado.

De esta guisa se dirigieron al almacén de Danijel, que estaba justo enfrente de los astilleros, en una esquina en el límite del distrito del puerto con el barrio de Puertopeñasco, conocido por estar repleto de maleantes y gente de mal vivir en general. Acercándose desde los muelles sin llamar la atención, vieron a un matón en la puerta del almacén y a otro en una esquina. Para poder acercarse sin ser vistos, nuestros chicos decidieron encaramarse a los tejados y avanzar con discreción para atacar por sorpresa a los vigilantes. Todo parecía salir bien hasta el momento en que se asomaron para ver mejor a los guardias del almacén, y Frank dio un traspié, cayendo a la calle desde el tejado, embozado y enmascarado, justo en medio de los dos matones. Sus amigos tuvieron que actuar rápido e improvisar, saltando también desde el tejado y tendiendo una emboscada sobre la marcha, aprovechando que los matones se acercaron a toda prisa para apresar a Frank. Nori disparó una flecha a uno de ellos y, aunque podía haberlo matado de un solo golpe, apuntó a partes no vitales porque recordó que a Lancia no le gustaba la sangre. El disparo dejo fuera de combate al matón y Lancia y Yamu se abalanzaron sobre el que quedaba mientras forcejeaba con Frank. Con los dos guardias fuera de combate, Yamu y Frank abrieron las puertas del almacén, mientras Lancia vigilaba la calle y Nori bajaba del tejado. Pero los chicos se encontraron con que en el interior del almacén había dos guardias que se dirigían hacia la puerta alertados por los ruidos que habían escuchado, así que los soldados sacaron sus armas y cargaron hacia el interior del almacén. El encuentro fue rápido y sangriento. Los matones quedaron fuera de combate con heridas muy feas, y Yamu se dio cuenta de inmediato que a Lancia no le iba a hacer ninguna gracia. En el exterior, Lancia escuchó que la gente de los alrededores empezaba a acercarse para ver que estaba ocurriendo, así que se quitó el antifaz para disimular mientras Nori se escondía dentro del almacén para descubrir a Yamu tratando de tapar los cuerpos de los matones con una manta.
Mientras Nori recriminaba a Yamu su actuación, mientras este se excusaba en que no podía controlar su tremenda fuerza, a Lancia se le acercaron un grupo de fornidos marineros con aire inquisitivo. Cuando estos vieron a la hermosa joven enseguida le preguntaron si estaba bien, y ella les dijo que si, pero que había visto un grupo de personas con mala pinta y ganas de bronca que se habían ido corriendo calle abajo al oírles llegar. Les dio las gracias por venir a socorrer a una joven indefensa, y los marineros se sintieron muy orgullosos por haberla ayudado. Sin embargo, le advirtieron que este no era un barrio para que una señorita como ella paseara por la noche, y que encima este lugar en concreto era frecuentado por criminales. Lancia dijo que eso ya lo sabia, y que estaba ahí precisamente por eso, que no era ningún problema. Los marineros dieron un respingo: una chica hermosa y joven, sin protección, que parecía saber en donde estaba, por lo cual debía pertenecer de alguna forma a la banda de Danijel o, peor aún, a la del Príncipe del puerto…seria mejor dejarla en paz, puesto que debía ser una mujer peligrosa ,de uno u otro modo. Tratando de no parecer muy descorteses para no ofender a la chica de un gangster, se despidieron de ella deseándole muy buenas noches y se marcharon a un buen paso sin mirar atrás…
En el interior del almacén la cosa se ponía sangrienta. Para tratar de evitar el más que seguro enfado de Lancia, Nori trataba de hacer torniquetes a los bandidos mientras farfullaba y maldecía. Yamu y Frank trataban de ignorar a Nori mientras revisaban el almacén, repleto de jaulas con cabritillas vivas, aperos para cuidado de las cabras y material de contrabando variado…incluso encontraron algunas gaitas y zapatos femeninos. Y entre toda la mercancía encontraron, escondido y terriblemente asustado, a un viejo haradrim, que les pidió clemencia al verse descubierto. Yamu trataba de tranquilizar al viejo, que se presentó como Ali Ben, diciéndole que habían venido a rescatarle, entre otras cosas. El viejo se pegó a Yamu, a quien hizo su salvador, mientras le contaba que Danijel le contrató para cuidar cabras, pero enseguida le amenazó y empezó a controlarle para que no contara nada a nadie acerca de su negocio. De hecho, hacia semanas que ni siquiera había podido salir a la calle y estaba poco menos que secuestrado, porque no tenia ni idea de que estaba participando en algo ilegal. Mientras Yamu charlaba con el viejo Ali, Frank decidió explorar el almacén. El viejo Ali había dicho que el propio Danijel estaba reunido con su banda en los sótanos, así que se decidió ir a buscar la entrada.
Lancia entró en el almacén para encontrarse un chaco de sangre en la entrada y se enfado muchísimo. Yamu trataba de disculparse de nuevo pero Lancia se negó a entrar por la puerta y pisar la sangre, así que les dijo que ella entraría por la ventana y se dirigió hacia ella. Frank cruzó una puerta del almacén y entro a una sala que tenía otra puerta a un despacho y una trampilla abierta en el suelo, sobre la que colgaba una lámpara de aceite. Tratando sin éxito de no hacer ruido, abrió la puerta del despacho de Danijel y vio una sombra sospechosa que entraba por la ventana…
Desde fuera, Lancia observaba el despacho de Danijel y forzó fácilmente la cerradura de la ventana, entrando justo cuando oyó a alguien muy torpe entrar por la puerta.

Frank y Lancia se encontraron cara a cara en el despacho de Danijel casi por sorpresa, sorprendidos. Se quedaron mirándose unos instantes hasta que Nori y Yamu entraron en el despacho acompañando a Ali. A Lancia se le había pasado un poco el mal humor, pero Nori seguía refunfuñando un poco, pero casi a la fuerza, para hacer notar que era enano. Los chicos revisaron el despacho de Danijel y “requisaron” todo lo que creían que podría serles de utilidad. El despacho estaba muy recargado, y tenía multitud de libros de cuentas, esculturas y cuadros de mujeres desnudas o provocativas. Revisaron un diario en el que se resumía la historia de la Calabaza antropófaga, y confirmaron sus sospechas. En este relato se contaba como Danijel descubrió pro casualidad que las cabras que vomitaban joyas en los lugares encantados, aquellos en los que se sucedían comúnmente fenómenos extraños, daban mas de una tanda de gemas, pero estas no tardaban en convertirse en vomito al tiempo, posiblemente al perder magia. Usando este descubrimiento se dedicó a criar cabras, con la ayuda de un viejo cabrero al que coartó, en la granja abandonada de la Colina Verde, famosa por sus avistamientos de Espectros Grises. Los primeros viajes que hizo para tratar de vender las joyas fueron fructíferos, y no tardaron en llamar la atención de un contacto local en el jerifato, un tal Señor H. Este contacto le ofreció ayudarle en el trafico de joyas falsas, y desde entonces el negocia fue aún mejor. Para los últimos envíos, el Señor H había pedido también cabras maravillosas, y Danijel aceptó. Sin embargo, Kasim, su capitán de barco de confianza, rompió las relaciones laborales con su empresa por miedo al Príncipe del Puerto, y ahora estaba obligado a buscar rutas alternativas, terrestres debido a la Tormenta Verde, y estaba negociando con Allen Brown para unirse a sus caravanas.

Aparte de esto, Lancia encontró una suculenta caja fuerte tras un cuadro, y a pesar de la presión que hasta Frank le imponía, logró abrirla, aunque se tomo su tiempo. Según Lancia, para muchas cosas hay que tomarse su tiempo y es mejor hacerlas poco a poco y con cariño…

Dentro de la caja había un libro de cuentas muy suculento, en el que se indicaban los negocios con el Sr. H y un pago realizado pendiente de envío por valor de 1000 monedas de oro. Dentro de la caja fuerte encontraron también algunos objetos mágicos valiosos y una bandera extraña, de fondo verde y con una cabeza de león dorada. Recogieron todo y decidieron bajar a hurtadillas la escalera para poder pillar a Danijel por sorpresa. Esta vez Frank no provocó ningún incidente, a pesar de que varios miembros del grupo le estaban presionando y vaticinando lo peor, y lograron bajar al sótano en silencio. Frank alumbró el sótano con la lámpara y descubrió un agujero excavado en una de las paredes, desde cuyo interior provenían unas voces y un resplandor de lámparas. Los chicos se acercaron para espiar y escucharon al propio Danijel que explicaba la ruta que debían tomar y el plan para llevar las cabras al Jerifato a sus tres lugartenientes, tres tipos grandísimos y con pinta de asesinos profesionales nada sutiles. Tras ellos había una decena de matones mas normalitos que empuñaban herramientas de albañilería y que recibieron la orden de tapar los túneles en cuanto salieran, pero de forma que pareciera que habían caído por accidente. Después Danijel se dirigió hacia la salida del túnel detrás de sus lugartenientes, que avanzaban justo en la dirección el la que los héroes se encontraban escondidos. Rápidamente, los chicos se desplegaron en silencio, en un ejercicio militar casi perfecto. A pesar de que pensaban que la lucha seria muy fiera, la precisión de los golpes en la emboscada fue perfecta, y los tres gigantescos lugartenientes ni siquiera se dieron cuenta de que les golpeo: cayeron todos al unísono ante un atónito Danijel. Antes de que Danijel pudiera ordenar nada a sus matones armados con aperos de albañil, Lancia lo derribo con una llave y trato de retenerle en el suelo tapándole la boca. Frank lanzó la lámpara de aceite en mitad del túnel, que era la única ruta posible entre ellos y los matones, atrapados al otro lado. Nori escuchó ruidos en el piso de arriba, en donde el viejo Ali esperaba, y Yamu se ofreció a subir para ver que estaba pasando mientras Nori cubría a Frank con su arco. Mientras los matones mas valientes cruzaban las llamas para pelear con Frank, recibían los disparos de Nori y Lancia dejaba fuera de combate a Danijel, que no ofreció mucha resistencia. Yamu subió al piso de arriba para encontrar un numeroso grupo de matones muy bien armados y preparados para la lucha, que rodeaban a un tipo muy bien vestido, con ropa lujosa y lo que parecía una corona en su cabeza. Yamu ató cabos de inmediato y supo que este tipo que le hablaba y le pedía muy amablemente que no hiciera ninguna tontería era el propio Príncipe del puerto.

El Príncipe del puerto bajo las escaleras para ver la escena, acompañado por su sequito de criminales. Sin embargo pareció sorprenderse al ver lo que encontró: los chicos parecía tener la situación bajo control, pues los tres lugartenientes de Danijel yacían en el suelo y el resto de su banda parecía, si bien no acorralada, en una seria desventaja. Rió a carcajadas y les confesó que esperaba haberlos salvados, pero que ahora debería salvar a los matones de Danijel, a los que ordenó que dejaran lo que fuera que estaban usando como arma y se largaran con viento fresco del lugar. Después ordenó a sus hombres que salieran a vigilar los exteriores del almacén y les dejaran solos.

Ya a solas y con Danijel inconsciente, el Príncipe dio explicaciones a los héroes. Lo primero que hizo fue presentarse y decirles a Lancia y a Yamu que les conocía desde que eran pequeñitos, pues él y sus padres habían sido buenos amigos. El Príncipe del puerto no era ni más ni menos que James Caird, un viejo corsario que había hecho trato con demonios para hacerse con el control del gremio criminal de un puerto del norte, y que sus padres, en una de sus andanzas, desmontaron. Pero al desmantelar su red criminal, realmente salvaron a james de un destino peor que la miseria, pues los demonios se revelaron mas tarde, y de no ser por los Grandes héroes, le habrían traicionado. Desde ese momento les acompañó en sus aventuras, hasta el día en que pelearon contra los dos ejércitos de demonios y muertos en la propia Plaza de los héroes. Sin embargo, en cuanto se establecieron, James quiso aprovechar sus conocimientos y experiencia criminales, así como la oportunidad única de aprovechar una ciudad virgen, para crear un gremio criminal que le reportara muchos beneficios. A pesar de que James trabaja casi exclusivamente con contrabandos y robos, los Grandes héroes lógicamente no vieron nada bien su decisión y (contando esto visiblemente afectado) su amistad se desmoronó. Sin embargo aún admiraba a sus padres y guardaba un especial cariño hacia la Marquesa y hacia Pirotess (los chicos se dieron cuenta que se trataban de diferentes formas de cariños especiales), y se alegraba muchísimo de volver a verlos.
James explicó que hace tiempo que sabe que Danijel estaba actuando a sus espaldas y, como sabia que pronto la guardia le buscaría, había estado atento a cualquier movimiento. En cuanto se le informó que un grupo estaba preguntando por Danijel, empezó a vigilar el almacén y por eso había conseguido llegar tan a tiempo…en principio para salvarles, dijo mientras reía a carcajadas. Y todo esto lo había hecho no porque supiera que Lancia y Yamu eran los que buscaban a Danijel, sino porque quería hacer un trato con la guardia. A James no le importaba lo que le sucediera a Danijel, pero quería cortar de raíz el problema del tráfico de joyas, al igual que la Guardia. Pero la única forma era atrapando al misterioso Sr. H, y este solo había aceptado verse personalmente con Danijel en sus viajes. Así pues, necesitan a Danijel vivo y convencido de que la guardia no le sigue para entrevistarse con el Sr. H en el Jerifato y eliminar los dos cabos a la vez. James vio la cara de Lancia y se explicó mejor: si se aseguraban que ni Danijel ni el Sr. H iban a continuar sus negocios, podían hacer con ellos lo que quisieran, incluso detenerlos legalmente si con ello se sentían mejor. El trato beneficiaria a las dos partes, y a cambio james se comprometía a ayudarles en toda la logística que necesitaran en el viaje y a proporcionarles la coartada.
Los chicos admitían a regañadientes que James, el Príncipe del puerto, no parecía en absoluto mala gente, pero estaba claro que era un líder criminal. Sin embargo, al tratar tan bien a Lancia y Yamu, a quienes no dejaba de hacer preguntas acerca de sus padres, y haber tenido una amistad tan grande con los Grandes héroes, los chicos se fiaron de él…con la evidente excepción de Frank.
Frank solía desconfiar de todo el mundo sin necesitar motivos, pero en este caso los tenia. Ya había visto antes al Príncipe del puerto, y no hace mucho. Pero aún no les había dicho nada a sus nuevos amigos, por precaución. Tendría los ojos bien abiertos, más que de costumbre, con este individuo.
James, el Príncipe del puerto, acompaño a los chicos y al inconsciente Danijel a cuestas, hasta su posada favorita, “El camarote de Jack”. El lugar era sórdido, recargado, con adornos rojos y dorados, multitud de espejos y repleto de bailarinas exóticas que incluso a Lancia le parecieron demasiado…exóticas. En cuanto les vieron entrar, el dueño les acompañó haciendo demasiadas reverencias, hasta un reservado aún mas suntuoso, con una mesa enorme repleta de viandas y que presidía un trono en toda regla. Lógicamente James se sentó en ese trono y esperó charlando con los chicos a que Danijel se despertara.
En cuanto Danijel despertó, se encontró frente al Príncipe del puerto y a los muchachos que habían acabado literalmente con su negocio y empezó a atar cabos. No solo dio por sentado que los chicos trabajaban para el Príncipe, sino que lo confirmo al oirlo de los propios labios de James, que le contó una historia que no dudo en creerse.
Según el Príncipe, había enviado a sus nuevos reclutas a que desmantelaran su organización porque trabajaba a escondidas del “gremio”, pero al descubrir sus chicos que los negocios de Danijel podrían ser muy provechosos, estaba dispuesto a perdonarle si se convertían en socios de nuevo y le permitía participar en el negocio de las joyas falsas. Danijel no era un tipo muy despierto, pero la oportunidad de continuar viviendo era demasiado atractiva como para negarse, así que no tuvo ningún problema en aceptar las condiciones del Príncipe. Ni siquiera sospecho porque podrían ser tan generosas con él mismo, ya que el Príncipe le proponía simplemente repartir los beneficios al 50%. Eso si, insistió en que debía proteger su inversión y, puesto que recientemente había perdido a sus asesinos guardaespaldas, les vendría muy bien a los dos que los chicos nuevos le acompañaran todo el tiempo. En esto Danijel puso algunas pegas, pero las amenazas de Lancia y Nori le convencieron de que esas condiciones no eran en absoluto negociables. Danijel les dijo que para seguir el plan, debían hablar al día siguiente con Allen Brown para concertar la caravana al norte, hacia el Jerifato de Al-Bassid, porque hoy ya era muy tarde. Trató de retirarse, pero el Príncipe le “invito” a quedarse en la posada, de nuevo por su propia seguridad. Los chicos decidieron que no hacia falta que todos se quedaran a vigilar a Danijel, así que como primera opción Yamu y Lancia decidieron que fueran Frank y Nori quienes se quedaran. Sin embargo, al ver lo poco reticentes que eran a quedarse en un lugar tan sórdido y lo mucho que charlaban Frank y Nori sobre las bailarinas exóticas y sobre lo que podrían hacer además de bailar, Lancia y Yamu decidieron quedarse ellos mismos y enviar a los dos caraduras a sus casas, para proteger su decencia.
Ya fuera de la sórdida posada, Frank y Nori se dieron un sonoro choque de manos y se marcharon riendo a sus cómodas casas. Al día siguiente, a primera hora, volverían al “Camarote de Jack” para empezar su misión secreta.

Al día siguiente Lancia y Yamu se encontraron para desayunar en la taberna de la posada, muy poco concurrida a esas horas. Comentaron lo elegantes que eran las habitaciones y la limpieza de todo el local en general, a pesar de respirarse un ambiente algo turbio. A Lancia le sorprendió que su cama tuviera un enorme espejo en el techo, pero no le desagrado, porque así podía ver un rostro hermoso antes de dormirse y comprobar que aspecto tenía en la cama, cosa que nunca había podido hacer. Yamu no quiso revelarle que otras cosas había visto ese espejo…
Al poco llegaron Frank y Nori, que se unieron a sus compañeros, al Príncipe y a un Danijel algo mas tranquilo, pero con la sensación de ser una especie de rehén. Danijel les dijo que no seria ningún problema hacer pasar a Nori, Yamu y Frank como sus nuevos guardaespaldas, pero podría tener problemas con Lancia. Sin embargo la jovencita estaba tan animada, y como siempre, tan dispuesta a actuar y disfrazarse, que se le ocurrió hacerse pasar por cabrera y así acompañar a las cabras en la caravana. Además, de esta forma el viejo Ali no tendría porque ponerse en peligro acompañándoles. De nuevo Danijel no pudo oponerse a las decisiones de los chicos, así que aceptó la trama. Sin embargo si que insistió en que debian de conseguir a un mago para que el plan pudiera funcionar, ya que incluia que la reunión con el Señor H fuera en un lugar de poder para que las cabritillas vomitaran las joyas y su comprador se convenciera . Todos se miraron y se dieron cuenta de que tenían a la persona ideal para el trabajo, pero fue Lancia la que se adelantó al decirle a Danijel que conocían a un mago que estaría dispuesto a acompañarles. Danijel, haciendo gala de su astucia, le dijo que no debia cobrar mas de 30 monedas de oro, así que Lancia le dijo que las cogería y vería si eran suficientes. Tras la reunión Frank y Nori acompañaron a Danijel a las oficinas de Brown. Lancia se marchó a comprar lo necesario para el disfraz y Yamu se debía presentar en el cuartel y aprovechar para explicar su ausencia.

Por el camino hacia las oficinas, Nori se mostró especialmente rencoroso con Danijel, amenazándole en todo momento con dispararle con su rifle en la cara si trataba de escapar. Danijel sostenía en todo momento que no podía dispararle en la cara en medio de Carabás, pero Frank, que ya le empezaba a conocer, le replicó que no debería hacerlo, pero que sin duda podría y lo haría.
Los acompañantes de Danijel descubrieron que Brown desconocía los turbios negocios de Danijel, pero sabia sin duda que eran ilegales. Allen Brown se aseguró, tras dar un descanso a su dependienta, de que la mercancía que Danijel iba a transportar no eran seres humanos ni nada perjudiciales para la salud, pero prefería no saber exactamente que era lo que iba a transportar. Brown le dijo que si quería unirse a la caravana, para evitar los registros sacara su carro como pudiera de la ciudad y se reuniera con la caravana en su primera parada, a unos pocos kilómetros al norte en el Valle del Sol. Cerraron el trato y volvieron a los almacenes de Danijel, para preparar el cargamento.

Después, todo el grupo fue a visitar a Mathiassen a su taller, aunque realmente iban a buscar a Harry. Allí estaban los dos, trasteando con lo que parecía un pequeño barco metálico, y apenas repararon en la llegada de los jóvenes héroes. Cuando les saludaron, el alquimista y su aprendiz se alegraron mucho de volver a verles…sobre todo Harry en ver a Lancia. Frank no le quitaba ojo de encima, aunque tampoco sabia muy bien porque…era ya casi un instinto, un impulso. Lancia le preguntó a Lauritz en que estaba trabajando, y este le contestó que en un nuevo tipo de globo aerostático para un futuro proyecto de investigación, y le explicó un montón de cosas a medio camino entre la magia, la alquimia y la ciencia que no entendió muy bien del todo, pero sonaban muy complicadas. Después le ofrecieron a Harry participar en una nueva misión secreta, llena de aventura y peligro. Harry dudaba de la oferta: a él le encantaba la aventura, pero ya había comprobado en sus carnes la parte dolorosa del peligro, así que preguntó que proporción de cada había en la misión. Lauritz se burló de él por ser un mago tan flojo y tener tanto miedo al dolor. Frank le contestó a Lauritz que él mismo también era un mago, y por tanto tan flojo como Harry, pero Laurtiz le dijo que él era un alquimista, y los alquimistas sufren muchos accidentes y tratan diariamente con el dolor. Y para demostrarlo, se desenrosco su mano izquierda ante el asombró de todos los presentes. Lauritz se reía y decía que perdió la mano en un accidente con metal fundido, pero que ahora su nueva mano es mejor que la anterior. Ante la horrorizada mirada de Frank, Lauritz le ofreció hacerle una mano igual si algún día perdía una de las suyas.

Todos trataron de convencer a Harry de que seria mas bien poco el peligro, iba a cobrar tres monedas de oro y le acompañarían todos. Harry preguntó de inmediato si todos incluía a Lancia, y cuando les dijeron que por supuesto, aceptó sin siquiera regatear el precio, diciendo que después de todo, el dinero se lo iba a gastar en regalos para agasajar a Lancia. De forma automática, al escuchar esto, Lancia le entregó las 30 monedas y le confesó sin miramientos que la recompensa era esa, antes las miradas de reproche de todos sus compañeros. Lancia se defendió después diciendo que era justo que la recompensa la recibiera él, y en que se lo gastara no era asunto de nadie…

Por la tarde, poco antes de que anocheciera, el grupo se reunió para prepararse para el viaje: A Lancia solo le faltaba ser de porcelana para parecerse a la figurita de la pastora que perdió a su ovejita…aspecto que le vendría muy bien en un futuro muy próximo.

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